Les vi levitar, negra la calavera.
Flotando sobre la mía, en sinuosa trazada
Negros los vi brillar, de los dientes, su cuchilla afilada.
Vi los anzuelos colgando de sus pendones sobre mi cuerpo
inerte,
Llamando a la puerta de mi vida como quien llama a su propia
muerte.
Y en la letanía y en la obscuridad del ser del que nace este
obtuso verbo
No encuentro sino la mágica noche maldita de tan aciagos
acontecimientos.
Mas no por dejar de cavilar sobre añejas obcecaciones,
Cedí mi último aliento, que no era más que vapor de agua sobre
un banco del parque.
Y allí me dormí, fruto de las miradas perdidas, de las
caricias adolescentes
De transeúntes testigos de este amargo indigente.
Les vi flotar y flotando sobre mí, me dijeron:
“El peso de tus cadenas has de soportar y soportarás, pues
por no ser pez de buena carnada, ni fruto de tibia pulpa, no habrá nada de ti
que podamos explotar”
Negro. Negro el suelo. Negra la lumbre.
Negro. Negra la noche y más negra la luna, si cabe, en su
lejano brillo.
Levitando les veo, les veo venir. Traen en el letrero el
nombre de un rey judío y reza: venimos a por ti.
Por no ceder, por no caer, por levantarme a cada sacudida.
Por no dejar que el paso del tiempo decida.
Sobre la cruz que portan, un rugido de la masa adormecida me
estremece al oír:
“No eres nadie, nadie luchará por ti”
La calma que espera en esta tensa sala de operaciones, la
cirugía del alma en aras de una sociedad limpia.
Mas no moriré en vano y en mi recuerdo, navegaré por el mar de
dudas de los que atrás también quedaron.
Por los que tiempo atrás, sobre ellos también levitaron.
Mañana seré la brisa, seré el sol, mañana. Mañana. Y con
ella la esperanza. Con ella romper las cadenas que te atan, hermano. Mañana y el
cielo teñirá de rojo esperanza, el color de las praderas de sus viudas
plañideras. Y no habrá rayo de luna negra que pueda hacerles levitar, pues
perderemos el miedo a perder. Miedo. Y el miedo tornará de otro color. El miedo
levitará sobre los que levitan. Y la herrumbre oxidada sobre el esquife de este
bote a la deriva, derribará muros. Y derribará imperios. Y pondrá sobre la liza
las cabezas de los cuervos. Y ya no se levantarán de nuevo, no trazarán
círculos concéntricos, no se repartirán el pan para diseñar el circo. Sólo
entonces, una neblina desatada de gente en la calle, tomará el control de esta
inerme tierra. Tierra plana. Tierra fértil. Tierra esférica. Tierra y más
tierra. Y se labrarán campos verdes y se recuperará la energía.
Pero mientras ese día llega, ellos levitan y levitarán.
Seguiremos viendo sus pechos henchidos por la ponzoña. Seguirán
temblando las piernas de aquel que con el fruto de su trabajo, construye su
chalet.
Y yo, fruto maduro, más negro que el hollín, cierro los
párpados al fin.
Con la esperanza de que los pueblos unidos luchen por
nosotros, por ti.
Con la esperanza de ver otra vez con orgullo ver lágrimas de
dignidad arder
En las mejillas de aquellos que, por perder las cadenas,
vieron imperios caer.